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Jornada primera

[Escena 7]

174v

Sale Muñoz.

Muñ. Despierto y durmiendo, estoy
pensando siempre y soñando:810
¿cuándo ha de llegar el cuándo
mude el pellejo en que estoy?

¿Cuándo querrá aquel planeta
que sobre mí predomina,
que remedien mi rüina815
el gran sastre y la bayeta?

Diles la memoria y diles,
previniendo mil barruntos,
de los más sotiles puntos
las respuestas más sotiles.820

Pero con todo me pesa
de haberme empeñado 148 así,
porque tengo para mí
ser de peligro la empresa.

Entran Don Antonio, y Torrente en hábito de peregrino.

Ant. Mucho más es melindre 149 que advertencia, 150 825
y hase tenido confianza poca
175r de quien yo soy. ¡Por Dios que estoy corrido!
Muñ. [Aparte] ¡Válgate el diablo! ¿Qué disfraz es éste?
Esto no puse yo en la lista. Tor. Digo
que el señor don Silvestre de Almendárez830
no pudo más. El caso fue forzoso
y la borrasca tal que nos convino
alijar el navío, y echar cuanto
en su anchísimo vientre recogía
al mar, que se sorbió como dos huevos835
catorce mil tejuelos 151 de oro puro.
Al cielo las promesas y oraciones
volaban más espesas que las nubes
que la cara del Sol cubrían entonces,
entre las cuales oraciones una840
envió don Silvestre al sumo alcázar
con tan vivos y tiernos sentimientos,
que penetró los cascos de los cielos. 152
Conteníase en ella que de Roma
aquello que se llama Siete Iglesias 153 845
andaría descalzo peregrino,
si Dios de aquel peligro le sacaba.
Añadió a su promesa mi persona,
añadidura inútil aunque buena
en parte, pues que soy su amparo y báculo.850
En fin salimos mondos 154 y desnudos
a tierra, ni sé adónde ni sé cómo,
habiéndose engullido el mar primero
hasta una catalnica que traíamos,
de habilidad tan rara y tan discreta,855
que si no era el hablar no le faltaba
otra cosa ninguna. Ant. Bien por cierto
la habéis encarecido, aunque yo pienso
que catalnicas mudas valen poco.
Tor. Por señas nos decía todo cuanto860
quería que entendiésemos. Muñ. [Aparte] ¡Milagro!
Muñ. De perlas qué de cajas arrojamos,
tamañas como nueces, de buen tomo, 155
blancas como la nieve aún no pisada;
de esmeraldas las peñas como cubas,865
digo como toneles y aun más grandes;
175v piedras bezares pues dos grandes sacos;
anís y cochinilla 156 fue sin número.
Muñ. ¿Entre esas zarandajas por ventura
fue bayeta al mar?870 Tor. Y el sastre y todo.
Muñ. [Aparte] A malísimo viento va esta parva. 157
No me cuadra ni esquina esta tormenta,
puesto que viene bien para el embuste.
Ant. ¿En qué paraje sucedió el naufragio?
Tor. Estaba yo durmiendo en aquel trance, 158 875
y no pude del paje ver el rostro.
Ant. 'Paraje' dije, 159 pero no me espanto
que aun hasta aquí [os conturba] la borrasca,
ni que en ella [os] durmiésedes: que el miedo
tal vez suele causar sueño profundo.880
Tor. No quiso mi señor, ni por semejas, 160
de cuatro mil y más ofrecimientos
que de darle dineros se le hicieron,
recebir sino [aquellos] que bastasen
a no pedir limosna en su viaje;885
pero no supo bien hacer la cuenta, 161
porque ya casi todos son gastados.
Muñ. [Aparte] ¡Válgate Satanás qué bien lo enredas!
Tor. La primera estación fue a Guadalupe, 162
y a la imagen de Illescas 163 la segunda,890
y la tercera ha sido a la de Atocha. 164
A hurto quiso verte, y esta tarde
quiere partirse a Roma. Agora queda
en San Ginés 165 hincado de hinojos,
arrojando del pecho mil suspiros,895
vertiendo de sus ojos tiernas lágrimas,
pidiendo a Dios que le encamine y guíe
en el viaje santo prometido.
Yo señor soy ternísimo de plantas,
a quien callos durísimos enclavan,900
de tan largo camino procedidos.
Querría que se diese alguna traza
de que por quince días descansásemos,
para tomar aliento y refrigerio 166
en el nuevo camino que se espera;905
además que también es ternísimo,
176r y podría el cansancio fatigalle,
de modo que el camino con la vida
se acabase en un punto, caso triste
si tal viniese a ser, por el tremendo910
dolor que sintiría mi señora
doña Ana de Briones, madre suya.
Ant. Vamos, que yo pondré remedio en todo.
Tor. No hay decir señor que yo te he visto,
porque me ha de matar si es que tal sabe.915
¡Oh pecador de mí! ¡Éste es que viene!
¡En la red me ha cogido! ¡¡Negativa
señor, sino yo muero! Ant. No hayas miedo.

Entra Cardenio, como peregrino.

Ant. Mi señor don Silvestre de Almendárez,
¿para qué es encubriros de quien tiene920
tantas obligaciones de serviros?
Car. [a Tor.] ¡Oh traidor mal nacido! [a Ant.] Por Dios vivo
que os engaña señor este embustero:
que yo no soy aquese don Silvestre
que dices de Almendárez, sino un pobre925
peregrino, y tan pobre. Tor. [a Car.] ¿Qué me miras?
Yo no le he dicho nada, y si lo he dicho
digo que miento una y cien mil veces.
[Aparte, a Ant.] ¡Vive Dios, que es el mismo que te digo!
Apriétale y conjúrale y confiese.930
Ant. ¡Por Dios primo y señor, que es caso fuerte
negarme esta verdad! ¿Qué importa venga
rico o pobre a tu casa, que es la mía?
Tor. Eso es lo que yo digo, pesia al mundo.
Ant. ¿Mandabas tú a los vientos, o pudiste935
del proceloso mar las altas olas
sosegar algún tanto? ¿No es locura
hacer caso de honra los sucesos
varios de la fortuna siempre instable,
o por mejor decir del cielo firme?940
Tor. ¡Ea señor, que ya pasa de raya
tan grande pertinacia! [a Ant.] ¡Vive Roque
señor, que es don Silvestre de Almendárez,
176v vuestro primo y cuñado, el peregrino,
y mi amo que es más!945 Car. Pues tú lo dices
no quiero más negarlo, pues no importa.
[a Ant.] Dadme señor las manos. Ant. Doy los brazos,
y el alma en su lugar querido primo.
Car. Tomad los míos: que entre aquestos brazos
también os doy mi alma. [a Tor. ] En recompensa950
no te la cubrirá pelo 167 si puedo.
Tor. [a Car.] Que no temo amenazas mal nacidas,
[Aparte] porque esto es lo que importa a nuestro hecho.
Muñ. [Aparte] ¡Y cómo! 168 Ant. No hayáis miedo que se os toque
al pelo de la ropa 169 por lo dicho.955
Tor. Mi señor es discreto, y verá presto
de cuán poca importancia era el silencio
en semejante caso. Ant. Señor primo,
vamos a casa, y sepa vuestra esposa
vuestra buena venida y deseada.960
Car. Siempre he de obedecer. Muñ. [Aparte] ¡Qué bien trazada
quimera! 170 Si ella llega a colmo, espero
un Potosí 171 de barras y dinero.
Tor. ¿Qué os parece Muñoz? Muñ. Que me parece
que es verdad cuanto ha dicho, y que lo veo.965
Tor. ¡Y cómo que es verdad! Sin que le falte
un átomo, una tilde, una meaja. 172

Éntranse Don Antonio, Cardenio y Torrente.

Muñ. Términos tienen estos socarrones
de hacerme a mí entender que la borrasca
y el alijo de ropa es verdadero. 173 970
Ahora bien veremos lo que pasa:
que una por una los dos ya están en casa. 174 175

Fin de la primera jornada.
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